La verdad que creo que todos hubiéramos imaginado de otra forma el año 2017, me refiero a que cuando el año 2000 iba a llegar todos estábamos aterrorizados, nos decían que no sabían si nuestros aparatos lo iban a soportar, una serie de estupideces que tiempo después nos hemos dado cuenta que eran solo eso estupideces. Los años han ido pasando y después de tragarnos tropecientas mil películas futuristas nos damos cuenta que ni los coches vuelan, ni los robots serán nuestros criados, ni hemos sido atacados por naves gigantescas escondidas bajo tierra que nos han atacado sin el más mínimo pudor. Todo a lo que me refiero se queda en ese guión entusiasta dispuesto a triunfar en cualquier sala de cine para dejar boquiabierto a todo aquel que se deja embriagar por este tipo de historias que por otro lado igual le gustaría casi experimentar. Nos damos cuenta que nuestra vida es mucho más aburrida que todo eso, nos damos cuenta que vivimos en un mundo mucho más diferente, un mundo en el que la guerra y el terrorismo están teniendo la última palabra, un mundo en el que parece que todo vale y del que muchas veces nos querríamos bajar sin pensarlo.
Nos fijamos que retrocedemos para atrás como los cangrejos y que muchos países en vez de prosperar e ir un poco más allá se quedan estancados, pongo como ejemplo nuestro país porque es en el que vivimos y donde vemos como cada día es peor que el anterior. Nos damos cuenta como en vez de ser un país rico en todos los sentidos, nos hemos convertido en un país más bien pobre al que ya nadie o casi nadie quiere venir, un país que hace uso de los desguaces y de toda la segunda mano que se le ponga por delante. Un sitio que no quiere las piezas nuevas y originales, sino los recambios usados con los que poder ahorrar un poco más. Triste pero cierto, en esto nos hemos convertido y no veo que podamos cambiar en absoluto, la llegada del próximo siglo comienza en el 2101, yo desde luego no estaré para ver lo que nos depara, pero como no empecemos con cambios se augura un siglo no muy acogedor, en el que igual nos alegraremos de no haber conocido nunca.